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1 comentario Encontrar la pieza

Encontrar la pieza

Antes de Internet existían las bibliotecas, los investigadores privados, las universidades, los clubs de amigos, los gremios, los colegios profesionales y tantas otras comunidades y lugares de investigación para encontrar información.

¿Sabes qué? Siguen existiendo.

Internet nos ha hecho un poco más ineptos en algunos aspectos, como las relaciones humanas y el intercambio de ideas entre personas. Personas físicas. Sí que es cierto que a través del correo electrónico, el chat, los foros y las redes sociales nos relacionamos con mucha más gente que antes, y mucho más rápido. Pero la cuestión radica en la calidad de esas relaciones. Tener dos mil amigos en Facebook no equivale a tener dos mil amistades consolidadas, de toda la vida, desde la infancia, ni nada parecido. La mayoría serán conocidos o saludados, pero no amigos. Internet también nos ha acostumbrado a hojear decenas de veces por minuto en lugar de leer una página en algunos minutos. Todo esto afecta a nuestra capacidad para encontrar una pieza. Hemos perdido concentración y percepción en profundidad. Dicho de otro modo, nuestra capacidad de atención es inversamente proporcional a la cantidad de inputs de información que nos llegan por segundo.

Hablo de pieza como quien habla de caza. Sí, es eso exactamente, salir de cacería. Acechar, tender la red y conseguir el trofeo para nuestra colección. No hace falta seguir con el símil, pero si incidir en que nuestras capacidades cinegéticas en la red puede que no sean todo lo buenas que debieran. A lo mejor antes de Internet sabíamos a quién acudir, a dónde ir para encontrar una información apropiada para nuestros objetivos. Antes de Internet paseábamos por mercados de segunda mano, librerías de lance, anticuarios, buhoneros y traperos, tiendas de segunda mano y tantos otros lugares que, ahora, gracias a Internet hemos abandonado. O casi.

¿Siguen existiendo todos esos lugares? Claro que si. Y nos podemos comunicar con ellos a través de la red. ¿Qué si no? Internet es sólo un camino más, hecho de bits, para llegar a la materia física, a los átomos.

Las reglas del juego, de todos modos, son distintas. Y hay que aprenderlas y entrenarse para dominar las herramientas que nos harán maestros de la búsqueda y captura digital.

La búsqueda empieza aquí

Google se ha convertido en sinónimo de Internet, cuando en realidad es sólo una pequeña parte, un servicio de búsqueda de páginas y algunos otros más. Se identifica tanto con la red porque la mayoría de la gente usa Google como página inicial en sus navegadores. Es lo primero que ve al entrar en Internet. Y así se confunden ambas cosas. Nada más lejos de la realidad. Google es un buscador de información, nada más. Forma parte de la Web, la gran maraña mundial de páginas de información hiperenlazadas entre sí. Google nos facilita la tarea de encontrar la aguja en un pajar tan grande como el Sol, por así decirlo. Pero no es Internet. No por ahora.

Google es una excelente herramienta de búsqueda. Por el momento sólo en el ámbito de las páginas Web, bancos de imágenes y de documentos. Todavía falta mucho para que sea capaz de reconocer figuras o patrones en las imágenes y videos, en registros de sonido, o en las enormes bases de datos ocultas en el Web profundo(1), un lugar sólo accesible por páginas concretas que utilizan dichas bases de datos para uso particular y privado.

Estos antecedentes son para que sepas que Google no es Dios en Internet ni nada parecido. Mucha investigación es posible sin la ayuda de Google, ¿puedes creerlo?

La información se encuentra aquí

Si no usamos Google, ¿qué otras opciones tenemos?

Siempre pongo como ejemplo Amazon, una enorme tienda de libros, discos, películas, artículos de jardinería, electrónicos, informática, etc. Seguro que te suena. Pues bien, también es una herramienta de búsqueda. Es posible encontrar información sobre un producto que no se encuentra en otros lugares. Las descripciones del mismo, los comentarios de quienes han adquirido ese producto(2), la relación de tiendas asociadas donde encontrarlo (el Marketplace, antes Z-Shop), etc. ofrecen mucha ayuda adicional, y a veces la única, que añadir a nuestra investigación.

Cada temática tiene sus nichos de búsqueda, por supuesto. Los libros, aparte de Amazon.* cuentan con sitios Web como abc.nl para localizar libros americanos, muchos descatalogados ya, o bien Abebooks.com (Iberlibro.com), The Book Depository, etc. Cada tema tiene sus lugares casi de culto. No dejaré de lado las páginas españolas. Un par de opciones disponibles en general son la Casa del Libro y FNAC.

Un buscador inusual es ebay.* ya que cualquiera de sus variantes contiene cientos de miles de resultados para una cadena determinada. Su objetivo es localizar subastas y artículos en venta de nuestro interés. Su buscador es más limitado que el de Google, y encima disponen de páginas distintas para varios países de Europa, EEUU, Asia, etc. Ebay puede utilizarse además como un tasador virtual. Cada puja terminada nos indicará el precio máximo pagado por tal libro u objeto. Eso nos dará una idea del valor "aparente" del mismo, según los precios pagados en los últimos tiempos. No es la forma más fiable de valorar pero sirve como guía. En España, aparte de ebay.es, contamos con Todocoleccion.net, que poco a poco se va consolidando como una opción interesante para localizar collectibles, libros antiguos, etc.

Como patrón general, diría que cualquier comercio online de grandes proporciones nos puede servir como buscador de información. Tiendas de electrónica, informática, fotografía, etc. pueden llevarnos a conocer un detalle que es posible pase desapercibido en otros sitios. Las fichas técnicas esconden información valiosa para contrastar y saber más sobre una pieza.

El consejo general sería buscar desde los más general, como Google, hasta lo más concreto, como páginas dedicadas a un tema muy particular (relojes clásicos, placas de cava, sellos de la República, etc.). Si nuestro objetivo es más bien raro o difícil, quizás es mejor empezar por lo más concreto e ir abriendo posibilidades. Es decir, aplicar el máximo de filtros a nuestra búsqueda e ir despejando características para obtener más resultados.

Y cuando hablo de páginas dedicadas a un tema, hablo tanto de aquellas que ha creado un coleccionista particular, un grupo de coleccionismo o mejor aún, un foro. En los foros, además de respuestas, encontramos personas que saben dónde hallar las respuestas. Un conocimiento mucho más valioso que el dato en sí mismo.

Notas
(1) Ver "The Invisible Web", de Price y Sherman.
(2) Los comentarios, si son bienintencionados, nos darán muchas pistas sobre la calidad del producto.

12 trucos para Google

Termino con una selección de trucos o técnicas para buscar en Google. Algunas de ellas, con variaciones, son válidas para otros sitios de búsqueda. Cada cual tendrá que averiguar las combinaciones exactas. No es difícil, sólo hay que consultar las ayudas en cada caso.

Frases explícitas

Imagina que quieres encontrar libros de historia, pero más concretamente, libros de historia naval. En lugar de escribir sencillamente libros de historia naval en el diálogo de búsqueda de Google, lo harás mejor si indicas una frase explícita. Para hacerlo, basta con encerrar el texto entre comillas dobles:

  • Ejemplo: "libros de historia naval"

Excluir palabras

Seguimos con el ejemplo de la historial naval, pero quieres eliminar cualquier resultado que tenga que ver con el término vikingos. Para hacerlo, utilizar el signo "-" al inicio de la palabra que quieras excluir:

  • Ejemplo: "libros de historia naval" -vikingos

Búsqueda en un sitio específico

A menudo querrás buscar en una página o sitio web específico. Incluso si dicho sitio no soporta búsquedas por si mismo, puedes utilizar Google para buscar en dicho sitio. Utiliza el modificador "site:nombredelsitio.com"

  • Ejemplo: "libros de historia naval" site:amazon.es

Palabras similares y sinónimos

Dentro de tu búsqueda quieres incluir una palabra, pero además quieres que en los resultados aparezcan palabras similares o sinónimos de la misma. Para hacerlo utiliza la tilde "~" al inicio de la palabra.

  • Ejemplo: "libros de historia" ~naval

(en este caso en los resultados aparecerán frases con palabras como náutica, armada, etc.)

Tipos específicos de documento

Si necesitas encontrar resultados de un tipo específico, añade el modificador "filetype:". Por ejemplo, quieres encontrar presentaciones PowerPoint relativas a la historia naval.

  • Ejemplo: "historia naval" filetype:ppt

Esto O aquello

Por defecto, cuando haces una búsqueda, Google incluirá todos los términos especificados en la consulta. Si quieres encontrar uno entre varios términos entonces tendrás que usar el operador OR (y fíjate que debe ser indicado en mayúsculas):

  • Ejemplo: historia naval OR militar

Listín telefónico

No muy aplicable a nuestro entorno temático, pero quién sabe. Si alguien te llama al móvil y no sabes quién es, puedes intentar averiguarlo buscando en Google gracias a su función de agenda telefónica:

  • Ejemplo: phonebook:nnn-nnn-nnnn

(sustituir por un número de teléfono válido, y muy probablemente los mejores resultados seran para USA)

Búsqueda de código postal o de área

El mismo caso, pero para el prefijo de un teléfono. Escribiendo las tres cifras Google se encargará del resto (válido para USA).

  • Ejemplo: 617

Rangos numéricos

Se usa raramente, pero puede se muy útil. Si quieres encontrar resultados que contengan un rango determinado de números. Puedes hacerlo con el modificador X..Y (es decir, dos valores separados por dos puntos seguidos). Esta búsqueda es útil para años, precios o cualquier otra serie de números.

  • Ejemplo: "cine español" 1910..1930

Acciones (símbolo de bolsa)

¿Búscas valores bursátiles? Curioso para un coleccionista, pero ¡quién sabe! Sólo tienes que introducir el acrónimo válido en Google:

  • Ejemplo: GOOG

Calculadora

Si necesitas hacer un cálculo rápido, en lugar de buscar una aplicación, etc. escribe sencillamente la expresión en Google:

  • Ejemplo: 48512*1.02

Definición de palabras

Si quieres darle un vistazo rápido a la definición de una palabra o frase utiliza el comando "define:":

  • Ejemplo: define:colección

Escrito por Joan Fusté

0 comentarios La Netiqueta y el Coleccionismo

La Netiqueta aplicada al coleccionismo

Hoy abordaré el tema de la "netiqueta", es decir, las normas de convivencia no escritas que se aplican o deben aplicar en la red. Y lo haré relacionado con la comunidad de coleccionistas. Las normas generales se aplican, como no, a toda comunidad, foro, grupo, etc. Y siguiendo las definiciones que pueden encontrarse en Wikipedia, haré una adaptación al tema que nos ocupa, es decir, el coleccionista.

Ahorrando el texto completo, puede decirse que la netiqueta es el conjunto de reglas que regulan el comportamiento de un usuario (aquí coleccionista), dentro de un grupo o comunidad, así como en el uso del correo electrónico. Básicamente se trata de un sistema de "honor", sin que el infractor reciba ningún castigo por infringirlo.

Lo podemos ver como un protocolo de forma de actuar cuando nos amparamos en el anonimato, o en el escudo que ofrece una identidad virtual. Sin embargo esto no siempre es así, y hay quien no duda en transgredir sus preceptos a cara descubierta.

¿Cuál es el ámbito de la netiqueta?

Como he dicho, estas normas sociales se aplican de forma amplia, pero para abreviar, citaré las que me parecen más oportunas:

Correo electrónico: cómo dirigirnos a los demás, qué contenidos tiene el mensaje (publicidad, spam, etc), los archivos adjuntos, el uso de mayúsculas, etc.

Foros: nivel del lenguaje utilizado, formato del mensaje, distinción de ambiente (es decir, saber en qué contexto se produce un debate), etc.

Blogs: comentarios formales o informales, pertinencia del comentario al tema tratado, respeto a otras opiniones, etc.

Chat: conciencia de las limitaciones del servidor (evitando el flooding, limitando el tamaño de los ficheros), respeto a la temática de la sala, uso moderado de iconos, etc.

Identificando problemas

Con el incremento constante del número de usuarios y la expansión de la red, llegan también aquellas personas que perjudican a la comunidad. Aparecen insultos, alegatos kilométricos y en suma, mensajes que no aportan nada, excepto dañar y molestar al sistema.

La urbanidad se impone como necesaria, exigiendo el respeto mutuo para evitar que la red se convierta en un sistema lesivo para el usuario. Aparecen figuras como los moderadores (un nivel inferior al de los administradores o propietarios de una comunidad concreta). Personas que velan por el cumplimiento de la normativa, más o menos relajada, más o menos rigurosa.

Las reglas que adopta un moderador suelen ser:

  • No hay que olvidar jamás que quien lee el mensaje es un ser humano con sentimientos susceptibles de ser lastimados.
  • Comportarse en la red igual que lo haríamos en la vida real.
  • Evitar escribir todo el texto en mayúsculas, ya que se considera igual que gritar, dificulta la lectura y en definitiva, es molesto.
  • Mientras estés en línea, muestra tu cara amable.
  • Respetar el tiempo y ancha de banda de los demás.
  • Las comunidades existen para compartir conocimiento, no trifulcas.
  • Ayuda a mantener un ambiente sano y educativo.
  • Respetar, ante todo, la privacidad de los demás. Agruparse para ir en contra de una persona es cuando menos reprobable.
  • Nunca abusar de poder (moderadores, administradores, etc.)
  • Ser objetivo con temas cuyo bien primordial no afecte al general.

El coleccionista como usuario

Aquí es donde quiero llegar con la netiqueta. Los puntos anteriores son totalmente aplicables, por supuesto. Y algunos de ellos cabe desarrollarlos sutilmente o ampliamente en el ambiente del coleccionismo.

Los sentimientos son una parte importante en toda colección. Es una actividad con alta carga emocional. Y es mucho mejor ignorar o dejar pasar un tema, porque no nos agrada o no coincide con nuestros gustos, que atacar y menospreciar la afición de un colega (porque todos los coleccionistas debemos considerarnos colegas, no enemigos ni competencia).

Compartir conocimiento se hace a veces difícil. Me refiero a información que puede facilitar las cosas a un compañero, como una oportunidad interesante, una oferta única, etc. En ocasiones el individuo prefiere guardarse dicha información, aunque ni siquiera le beneficie directamente. Sólo por no compartirla con otros esa información se convierte en "secreto de estado". ¿Qué utilidad tiene actuar así? Ninguna.

En contraposición, y ligando con el punto anterior, no se trata de que la red sea un camino de rosas, pero es más fácil mantener un ambiente relajado cuando se producen agradecimientos y elogios, que cuando, al contrario, los mensajes consisten en críticas destructivas e insultos. Ello conlleva un ingente número de réplicas que van subiendo de tono y desembocan en un estallido innecesario de exabruptos absolutamente estériles. Por ello se recomienda que en el caso de que un usuario tenga algún conflicto con nosotros, tratemos las diferencias en privado, y no en público.

La privacidad también tiene sus connotaciones en esta afición. Preguntar abiertamente por el coste de una pieza es de mal gusto. Si quien ha adquirido un artículo no asequible para todo el mundo quiere dar esa información, ya lo hará. No es necesario preguntar. Como haríamos en la vida real. Es verdad que hay personas con tendencia a preguntar siempre por el valor de las cosas. En la red es tan molesto como fuera de ella.

La cooperación entre coleccionistas es fundamental para el crecimiento de la comunidad y de las pertinentes colecciones. Nunca se sabe por dónde llegará una pista que nos dirija correctamente en el buen camino. Por tanto, ¿no es mejor tener buenas relaciones con todos? No hay que argumentar aquí que esto puede verse como hipocresía para beneficio propio. Hay que verlo como las amistades de la vida real. Quien las tenga por interés no puede ser considerado amigo como tal. En la red es lo mismo, pero no por eso dejamos de encontrar personas de muy alto nivel moral que se convierten en verdaderos amigos con el paso del tiempo. Una buena red de amigos hace que la red de redes sea lo que pretende: una herramienta de comunicación global y omnipresente en lugar de un catalizador para nuestra sobrecarga de adrenalina. Para eso existen otros métodos más recomendables, como el deporte, el trabajo duro, o la terapia.

El coleccionista es una persona con una determinada sensibilidad por los objetos, excéntrico, extravagante, sí, y también cuidadoso, metódico, constante. Tener en cuenta ese talante, esa idiosincrasia, esa subjetividad, es fundamental para no malinterpretar un comentario y encender la llama de la discordia.

Escrito por Joan Fusté

4 comentarios Catalogación y Clasificación

En artículos anteriores he hablado de la necesidad de catalogar y clasificar nuestras colecciones. Independientemente del sistema utilizado, ya sea una libreta y un lápiz o una compleja aplicación informática, es frecuente encontrarse con no saber qué información registrar en el catálogo. En el mercado existen aplicaciones genéricas, como hojas de cálculo y bases de datos, las cuales son buenas soluciones para cualquier tipo de colección, siempre que se utilicen aquellos campos* que identifiquen claramente cada pieza dentro del conjunto. Por otra parte están las aplicaciones dedicadas, temáticas por así decirlo, orientadas a tipos de colección muy populares o comunes. Suelen ser exhaustivas hasta el punto de contemplar informaciones muy detalladas. En contraposición a las soluciones generales y abiertas, éstas ofrecen una plataforma ya diseñada y pensada para que el trabajo de catalogación se centre en recopilar la información y no a pensar en cuál debe ser la estructura de cada una de las fichas (o registros).

La decisión es personal. Tanto si es una hoja de cálculo como una base de datos abierta, la flexibilidad puede sernos útil para añadir campos muy personalizados, pero por otro lado es posible omitir o no pensar en algunos que quizás son importantes y no se han tenido en cuenta. La aplicación dedicada, por otra parte, obliga a ceñirse a un esquema establecido y puede dar la sensación de que hay mucho más detalle del que se necesita.

¿Cuál es el contenido de una ficha para un tema determinado?

Cuando se tiene experiencia en el tema de la colección, será más fácil saber qué es necesario y qué no. Sea por el volumen de información que representa la colección en sí misma, sea por la maestría en la temática o por el conocimiento adquirido. Al contrario, el coleccionista primerizo debe encontrar algún tipo de referencia que le ayude en su cometido.

Aquí entra en juego mi idea de construir plantillas para cada caso. Lo ideal es que cada experto en una materia diseñe la suya, y todas juntas formen un archivo de plantillas para que cada cual pueda utilizarlas, adaptarlas a sus propias necesidades y conseguir el objetivo primordial: catalogar su colección. Algunos campos son prácticamente imprescindibles y comunes a toda colección. Por ejemplo, Epoca, referido a el siglo, año o incluso una fecha concreta que puede ser el origen de la pieza en cuestión, o País/Origen, también útil para saber de dónde procede la misma. Añadir un identificador, llamado ID, o Código, es muy útil para identificar de forma inequívoca cada pieza. Algunas cosas como libros, películas, etc. tienen, en su mayoría, un código único, el ISSN o ISBN, pero no todas. Los códigos son, pues, una forma de establecer la "matrícula" por así decir de cada objeto. Pero esto puede ser motivo de todo un artículo por separado.

Resumiendo, seguiremos hablando de catálogos con plantillas y también de códigos o claves.

*campo: 15. m. Inform. En un registro, espacio usado para una categoría particular de datos.

Recursos:

Collectorz.com - Aplicaciones dedicadas para la catalogación de libros, películas, música, comics, etc. Disponibles en modo escritorio, online y para móviles. Leen información de libros y otros elementos desde Internet a través del código de barras de forma manual o por medio de un scanner láser de bajo coste.

MyStuff2 - App para iPhone/iPad consistente en una base de datos de formato abierto. Permite jerarquías de grupos y categorías. Cada ficha puede pesonalizarse a gusto del consumidor. Lee información de libros y otros elementos desde Internet a través del código de barras con la cámara del móvil.

LEGO Minifigures Collector - App para iPhone/iPad. Si coleccionas minifiguras de Lego, esta es tu aplicación.

ArteCode: Aplicaciones para coleccionistas de sellos y monedas. En español.

Escrito por Joan Fusté

0 comentarios Valor de una colección

Me gusta empezar con la definición "oficial" de una palabra para luego hablar sobre ella, su concepto, etc. Hoy me encuentro con que la palabra valor tiene una elevada cantidad de significados, tantos que llenaría el artículo con ellos. Así que opto por resumir los que me parecen pertinentes en el mundo del coleccionismo. El resto puede ser consultado en el propio diccionario de la RAE usando el enlace en la propia palabra siguiente:

valor.

(Del lat. valor, -ōris).

1. m. Grado de utilidad o aptitud de las cosas, para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite.

2. m. Cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o equivalente.

3. m. Alcance de la significación o importancia de una cosa, acción, palabra o frase.

~ facial.

1. m. En filatelia, valor impreso en el sello a efectos de franqueo, a diferencia del valor de mercado o colección.

Tras esta breve introducción, hablaré hoy del valor de una colección desde los supuestos anteriores. Me quedo con la definición 1 por cuanto tiene de subjetividad. Con la 2 por el evidente sentido económico. Y la 3 porque añade un pequeño matiz a agregar a la subjetividad. El anexo de valor facial en filatelia es puro comentario. Se cita el valor impreso o facil a diferencia del valor de mercado o colección, pero en cambio no existe entrada alguna para esto último, es decir, para el valor de mercado o colección. Curioso.

Así pues este pequeño artículo intentará llenar el hueco del diccionario. Sin pretensiones. Son sólo reflexiones de quien practica el coleccionismo desde hace décadas. Nada más.

Muchas son las ocasiones en que leo, escucho o veo que alguien valora una colección. En sentido positivo o negativo. Se dan tres posibles escenarios, a saber:

- valoración ajustada tanto en sentido económico como cultural, sentimental, etc.

- valoración superlativa y exagerada, sea por la parte económica u otra.

- valoración peyorativa y exagerada, igual que la anterior, siguiendo más los criterios subjetivos que los meramente económicos.

En el primer caso tenemos a un experto en la materia y temática. Cito los tasadores de arte, biliófilos / bibliotecarios, anticuarios y otras tantas profesiones que se relacionan con este aspecto. También incluyo coleccionistas con criterio. Como me parecen, a priori, justas y objetivas, no son el tema a tratar.

En el segundo la exageración se concentra en valorar muy por encima de la realidad una colección determinada. Si es por el factor económico, faltaría saber si es el valor real, el valor de mercado, o bien una valoración especulativa e incierta la que lleva a la exageración. O bien si el interés del calificador (el propio coleccionista, un tasador, marchante, vendedor, etc.) hace que su percepción evaluativa esté completamente fuera de lugar.

El tercer y último caso se da más con las colecciones ajenas que con las propias. Es una forma de diferenciarse de ellas, subestimándolas y despreciándolas. No suele ser el sujeto que inflije este agravio quien pudiera interesarse por ellas, y es por eso que las repudia cual enfermo contagioso. O es pura envidia, quién sabe. La mejor recomendación en este sentido es la ignorancia pura y dura. Es un callejón sin salida.

¿Qué valor le doy yo a mi colección?

Esa es la pregunta del millón. La que vale la pena responder. Y no otra como "¿Qué valor le dan los demás a mi colección?", a menos que entremos en matices.

El coleccionista podría preguntarse: ¿Por qué empecé una colección determinada? Pues porque me gustaba el tema, la estética, estaba de moda, cualquier cosa. Más tarde me entró la pasión por dicho tema y a partir de ahí se convirtió en algo personal e intransferible. Incluso comparada con una colección similar, de otro coleccionista, la mía es la que me interesa más. Siempre. Las otras pueden servir como referencias, quizás para intercambios, para localizar nuevas piezas o conocerlas al menos. Y llegados a este punto somos como padres de una criatura, y la vemos la más guapa del mundo. ¡Eso es así sí o sí! Y no hay más vueltas que darle.

Si recibo elogios por alguna colección, sin duda alguna se agradecen, pero no hay que dejar que nos suba la fama a la cabeza. Si por el contrario recibo exabruptos, no hay mejor solución que pasar del tema. Como las críticas. Igual. ¿Acaso servirá para algo enzarzarse en una discusión estéril? No. El coleccionista sigue su camino, concentrado en lo que a él, y sólo a él, le interesa. El resto es ruido, contaminación, propaganda. Inútil, vamos.

Por tanto, ¿qué valor le doy yo a mi colección? es la pregunta que cada cual debe hacerse, o se hace, al menos una vez. ¿Sentimental? Bien, no hay nada malo en ello. ¿Económica? Tampoco hay nada malo. Y si se dan los dos criterios a la vez, tampoco pasa nada. Diría que es lo más lógico y normal. Los valores suelen ser subjetivos en alguna parte, así que nadie valorará igual una pieza, una serie, o toda una nuestra colección. Tendrá sus propios criterios y evaluará de forma distinta. No hay razón para que coincida con nosotros. Incido en la palabra criterio. Y también en el sentido común. Ambos van de la mano y escasean en muchos ámbitos de la vida, no iba a ser el coleccionismo la excepción.

Por ejemplo, una pieza que ha costado un buen dinero tendrá un valor evidente, monetario. ¿Y no será mayor el de una pieza que nos ha costado años de búsqueda, de espera y de desesperación? Esos hallazgos que se nos resisten por mil motivos, una vez se materializan, tienen muchísimo más valor que otros. Sea una firma de un famoso, una pieza hecha por encargo, una pieza única, etc. No tienen precio. El componente emocional es difícil de cuantificar, y menos económicamente. Coleccionar y especular son cosas diferentes. En todo caso existe una opción perfectamente válida cuando ello es posible: hacerse con más de un ejemplar. Uno para disfrutarlo, otro para invertir.

En el caso de los bibliófilos me he topado con un ejemplo interesante. Aparte de todo lo demás, el individuo en cuestión (puedo buscar el caso en mi bibliografía), se hacía con tres ejemplares de todos sus libros. Uno para disfrutarlo, otro par archivarlo sin mácula alguna (o no degradarlo más de lo que ya pudiera estar), y el tercero para poder prestarlo a los amigos. Un caso un poco extremo, pero ilustra la meta del sujeto en cuestión: disfrutar, aunque eso signifique degradar el ejemplar, archivar y conservar, y no negar a nadie poder disfrutar asimismo de esos hallazgos. Un objetivo global, vamos. Nada de esconder los hallazgos para uno mismo. Compartirlos, pero ¿a qué coste?

Personalmente la tercera opción no la contemplo. No de forma general. Hay ejemplares que no se pueden prestar, ni que haya cinco copias en los estantes. No por el libro u objeto en sí, sino por las (malas) manos en las que caiga. El cuidado que pone el coleccionista en sus cosas no será nunca el mismo que el de un extraño. Es como prestar el coche o la estilográfica. Recuerda la última vez que le mostraste un artbook a alguien. Si dejas que lo manosee, lo manoseará, sin duda. Pocas veces encuentras a alguien que lo trata con delicadeza, apenas rozando las páginas y no digo ya quien te pide que seas tú quien pase las páginas, o te pregunta si tienes guantes blancos de algodón (¿increible? no no, para nada).

Así pues, dejando al margen el "maldito parné", seguimos con la pregunta inicial: ¿qué vale tu colección? ¿Qué sentimientos has dejado enterrados en ella? ¿Cuáles afloran cuando la contemplas o tratas una pieza? ¿Que sientes por dentro al pensar en ella?

Finalmente todo es subjetivo porque no puede ser de otro modo. Si no no seríamos humanos, seres emocionales, sino... ¡replicantes!

Escrito por Joan Fusté

3 comentarios Conservación y protección

Cuando una colección empieza a crecer es necesario plantearse varias cosas. Entre ellas cómo conservarla adecuadamente y como protegerla. Todos los inicios de colección empiezan igual. Una pieza, dos, diez, etc. hasta que el número crece hasta un punto en que es necesario hacerse estas preguntas, encontrar espacio dónde colocarlas, etc.

Hay piezas o temáticas que no requieren de mucho esfuerzo y otras en cambio nos obligan a tomar medidas extraordinarias. Vitrinas, luz ambiental, humedad, mascotas, humo, álbumes, cualquiera que sea el tema seguro que nos enfrentamos a algunos de estos aspectos y problemas.

El espacio

¿Coleccionas jarrones chinos? Necesitarás unos buenos estantes o incluso vitrinas para exponerlos adecuadamente. ¿Sellos o monedas? Unos buenos álbumes o bandejas. ¿Minerales y fósiles? Unos departamentos, cajitas, estuches serían lo ideal. ¿Películas? Volvemos a las estanterías.

Cada pieza necesita su espacio. Nadie se lo plantea al principio, a menos que la colección sea algo planificado de antemano, cosa que no es corriente. No conozco a nadie que piense "voy a coleccionar coches a escala, unos 1.000, y necesito una habitación de 10 m2 con dos paredes llenas de vitrinas y estantes de vidrio, iluminados indirectamente". ¿Verdad que no? No, todo surge a posteriori. Y quizás entonces es un verdadero problema. Hasta ese punto se han ido acumulando las piezas en cualquier espacio disponible. Algunos estantes, cajas de cartón, armarios, cualquier rincón. El día que queremos exponer y conservar las piezas surge la cuestión. El espacio es limitado, no hay un lugar preparado, el coste es elevado, etc.

Por eso vale la pena tener en cuenta el espacio cuando la colección ya tiene un cierto carácter. No es lo mismo un centenar de sellos que una decena de miles de veinte países, o una docena de libros o varios miles. Cada artículo requiere una conservación y espacio distintos, obviamente.

El espacio debe contar con margen suficiente para poder ir creciendo (al ritmo de cada cual) y es importante evitar agentes contaminantes que pueden deteriorar tanto el mismo espacio como su contenido. La humedad, la excesiva luz natural o artificial, el humo (si somos fumadores), las mascotas (hay muchos coleccionistas que no aceptan una pieza procedente de un hogar donde hay animales), los insectos (si vivimos en el campo es fácil que se cuelen algunos), la excesiva temperatura y otros tantos agentes agresivos pueden estropearlo todo. Conviene un lugar seco, sin exceso de luz de cualquier clase, libre de parásitos y animales, con aire limpio y una temperatura más bien moderada tirando a baja. Los museos saben mucho de ello.

En el apartado de la luz lo ideal sería realmente poco práctico, ya que estaríamos prácticamente a oscuras o en penumbra. Los tejidos, papel, fotografías, etc. no son buenos compañeros de la luz. Así que hay que limitar las horas de exposición a luces potentes. Deben usarse sólo en momentos de exposición (cuando visitamos la colección, con amigos, etc.) y atenuarla lo más posible cuando las piezas están "en reposo" sin nadie presente.

La humedad no hace falta ni mencionar que es altamente nociva, y aparte del estropicio directo que provoca es también un foco para la generación de hongos y moho, altamente destructivo. Hay que evitarla a toda costa.

El humo y las mascotas se consideran más bien un contaminante desagradable por lo que dejan tras de sí. Malos olores, parásitos, etc. Mejor si el ambiente está libre de todo ello. No hablemos de los roedores, enemigos acérrimos de cualquier tipo de materiales.

Los insectos abarcan muchas posibilidades. Muchos de ellos son enemigos directos del papel, destruyéndolo y malbaratándolo. El espacio debe estar libre de tal plaga.

La temperatura puede estropear muchos tipos de objetos. La ideal sería demasiado baja para las personas (alrededor de 15º), no hace falta quizás llegar a tanto. Pero si el espacio destinado a la colección supera los 25º tenemos un problema. El aire acondicionado es una opción, siempre y cuando sea de calidad, sin generar humedad adicional.

Protección

Cuando hablo de protección me refiero a seguridad, a posibilidad de robo. Una colección de joyas es evidente que debe ser protegida. Si el tema elegido tiene un alto valor económico y muy patente, hay que invertir en vitrinas reforzadas, cierres, alarmas, etc. ¡Vaya! Dirá más de uno, pero así es. Colecciones las hay de todo tipo, no sólo de libros, cromos o monedas. Los objetos de más valor tienen que tratarse como tales, como tesoros, como joyas. Una parte de la inversión económica en tales objetos debe destinarse a asegurarlos, a protegerlos, a evitar que desaparezcan de la noche a la mañana, se por robo, incendio o cualquier otra causa.

Se da el caso de que una pieza en sí no tiene valor económico como para plantearse una solución de seguridad, pero el conjunto de la colección completa puede que sí. Como ejemplo, las colecciones de placas de cava. Algunas pueden llegar a valores de 30 o 40.000€. No está mal por unas cuantas placas ¿verdad? Lo mismo ocurre con sellos y monedas. Y con muchas otras piezas.

Tal vez el aspecto de conservación sea más familiar a todos que el de protección y seguridad. Sirva este breve comentario anterior para que se tengan en cuenta todos ellos.

Bibliografía

Hay bien poca documentación al respecto, apenas he encontrado un libro que habla del tema, escrito por un auténtico experto en conservación de museos en colaboración con otra persona nada vinculada a dicho mundo.

Saving Stuff
Don Williams, Louisa Jaggar
Touchstone, 2005)

http://www.amazon.com/Saving-Stuff-Collectibles-Heirlooms-Possessions/dp/0743264169

Existen, eso sí, libros específicos para temas concretos, como conservación de fotografías, antigüedades, etc.

Saving Stuff

Escrito por Joan Fusté

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